Los modelos sobre la estratificación social (análisis de las clases sociales) en las sociedades contemporáneas están evolucionando desde uno más tradicional basado en atributos como el empleo, los ingresos o la educación hasta otro que añade otras variables, que se destacan en el estudio del gobierno holandés, como son el capital social (a quién conoces), el capital cultural (donde encajas) y el capital personal (salud, atractivo, entre otros). Llamamos la atención sobre el uso del término capital: por un lado, se utiliza de manera indiscriminada en categorías poco económicas y casi siempre con un sesgo positivo, por otro este abuso pone de manifiesto el carácter general de la relación de capital que atraviesa todas las relaciones de la sociedad, sean o no económicas.
Volviendo a las variables tenidas en cuenta en la investigación holandesa sobre los segmentos en que se divide la sociedad, el artículo menciona otra cuestión. Y es que en segundo plano parecen quedar características más tradicionales como la edad (jóvenes, mayores) o la inmigración. Del sexo no se dice nada en el artículo.
Este enfoque sociológico contrasta con otro que podríamos denominar Crítica de la Sociología, que confluiría con la Crítica de la Economía Política que inauguró Karl Marx. Según este otro enfoque las clases sociales en las sociedades capitalistas, serían dos: burgueses y proletarios. Se definirían en torno a la propiedad de sus respectivas mercancías: capital y fuerza de trabajo. Así, los burgueses o capitalistas serían los propietarios del capital, en su aspecto material, o sea los medios de producción y el dinero. Mientras, el proletariado o clase asalariada estaría formada por los propietarios de fuerza de trabajo para vender.
Un segundo aspecto, como consecuencia de lo anterior, es que ambas clases sostienen intereses contradictorios e irreconciliables, que se manifiestan en la compraventa de sus respectivas mercancías (circulación y mercado), en el uso de las mismas (producción), en el reparto del producto (distribución), incluso en el acceso a los medios de vida y su uso (consumo), por no hablar de los estilos de vida y culturas, entre otros aspectos.
En virtud de dichos intereses enfrentados, ambas clases se ven forzadas a mantener una relación social general de carácter antagónico y, a veces, violenta, la lucha de clases. Ésta juega un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad pues es la forma en que se expresa el desarrollo de las contradicciones del modo de producción capitalista.
En este planteamiento, las posibles divisiones y subdivisiones, como el sexo, la edad, el nivel de formación, tipo de actividad laboral (manual, administrativa, técnico-científica, estatal, de vigilancia o de administración, entre otras) o la existencia o no de dicha actividad (ocupados, parados, inactivos) pueden enriquecer la visión mostrando la complejidad de las relaciones dentro de la clase, pero no niegan los aspectos centrales de la crítica de la ciencia social en relación a las clases sociales: la división de la sociedad según la relación con los elementos de la producción (medios de producción y fuerza de trabajo), la existencia de intereses contrapuestos y su derivación en lucha de clases.
Esta presencia de la lucha de clases puede parecer que no viene a cuento. Sin embargo, la motivación gubernamental para hacer el estudio, más allá de un conocimiento contemplativo sobre la composición clasística de la sociedad holandesa, es la lucha contra los desequilibrios sociales, como afirma el artículo; más aún, ante la dificultad de eliminar las diferencias entre unas y otras clases - como concluye el informe – existe una preocupación por la cohesión social. O sea, desequilibrios sociales, cohesión social, o paz social, … y otras muchas maneras de nombrar al bicho que tanto atemoriza al poder, la lucha de clases.
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